Análisis de un texto

 

Análisis de un texto

Aprendizaje esperado: lee, relee y analiza un texto.

Énfasis: reflexionar sobre algunas estrategias útiles para analizar un texto: Lectura, relectura, identificación de palabras desconocidas, redacción de preguntas para el análisis de un texto y elaboración de conclusiones.

¿Qué vamos a aprender?

Leerás y analizarás un texto.

¿Qué hacemos?

El propósito de esta sesión es que reflexiones en torno a algunas estrategias útiles para analizar un texto; en particular me refiero a la lectura, relectura, identificación de palabras desconocidas, redacción de preguntas para el análisis y elaboración de conclusiones.

Comencemos por comprender qué es un análisis.

  • “Distinción y separación de las partes de algo para conocer su composición”.
  • “Estudio detallado de algo, especialmente de una obra o de un escrito”.
    Diccionario de Lengua Española de la Real Academia Española.
    Tal como lo indican estas dos acepciones, el análisis de un texto implica, a muy grandes rasgos, el estudio detallado de un texto, esto con el objetivo de comprenderlo de forma más profunda y clara.
    Como observas, una cosa es opinar libremente sobre un texto u otra clase de obra y otra cosa muy diferente es analizar un texto.
    Cuando se expresa una opinión libre se puede decir lo que sea; sin embargo, cuando analizamos un texto, todo lo que digamos debe sustentarse en el texto.
    Existen múltiples formas de analizar un texto y en esta sesión emplearemos algunas estrategias sencillas para hacerlo.
    Lo más importante es que leas el texto varias veces, aunque quizá nunca te hayas dado cuenta, cada vez que relees un texto, tu lectura es diferente, lo que va enriqueciendo tu mirada.
    A continuación, lee el cuento “Alta cocina”, pon mucha atención y piensa en lo siguiente:
  • ¿Sobre qué trata el cuento?
  • ¿Quién es el protagonista y quién el antagonista?, ¿Cuáles son sus características?
    1. Alta cocina de Amparo Dávila.

Alta cocina.

Cuando oigo la lluvia golpear en las ventanas vuelvo a escuchar sus gritos. Aquellos gritos que se me pegaban a la piel como si fueran ventosas. Subían de tono a medida que la olla se calentaba y el agua empezaba a hervir. También veo sus ojos, unas pequeñas cuentas negras que se les sallan de las órbitas cuando se estaban cociendo.

Nacían en tiempo de lluvia, en las huertas. Escondidos entre las hojas, adheridos a los tallos, o entre la hierba húmeda. De allí los arrancaban para venderlos, y los vendían bien caros. A tres por cinco centavos regularmente y, cuando había muchos, a quince centavos la docena.

En mi casa se compraban dos pesos cada semana, por ser el platillo obligado de los domingos y, con más frecuencia, si había invitados a comer. Con este guiso mi familia agasajaba a las visitas distinguidas o a las muy apreciadas. “No se pueden comer mejor preparados en ningún otro sitio”, solía decir mi madre, llena de orgullo, cuando elogiaban el platillo.

Recuerdo la sombría cocina y la olla donde los cocinaban, preparada y curtida por un viejo cocinero francés; la cuchara de madera muy oscurecida por el uso y a la cocinera, gorda, despiadada, implacable ante el dolor. Aquellos gritos desgarradores no la conmovían, seguía atizando el fogón, soplando las brasas como si nada pasara. Desde mi cuarto del desván los oía chillar. Siempre llovía. Sus gritos llegaban mezclados con el ruido de la lluvia. No morían pronto. Su agonía se prolongaba interminablemente. Yo pasaba todo ese tiempo encerrado en mi cuarto con la almohada sobre la cabeza, pero aun así los oía. Cuando despertaba, a medianoche, volvía a escucharlos. Nunca supe si aún estaban vivos, o si sus gritos se habían quedado dentro de mí, en mi cabeza, en mis oídos, fuera y dentro, martillando, desgarrando todo mi ser.

A veces veía cientos de pequeños ojos pegados al cristal goteante de las ventanas. Cientos de ojos redondos y negros. Ojos brillantes, húmedos de llanto, que imploraban misericordia. Pero no había misericordia en aquella casa. Nadie se conmovía ante aquella crueldad. Sus ojos y sus gritos me seguían y, me siguen aún, a todas partes.

Algunas veces me mandaron a comprarlos; yo siempre regresaba sin ellos asegurando que no había encontrado nada. Un día sospecharon de mí y nunca más fui enviado. Iba entonces la cocinera. Ella volvía con la cubeta llena, yo la miraba con el desprecio con que se puede mirar al más cruel verdugo, ella fruncía la chata nariz y soplaba desdeñosa.

Su preparación resultaba ser una cosa muy complicada y tomaba tiempo. Primero los colocaba en un cajón con pasto y les daban una hierba rara qua ellos comían, al parecer con mucho agrado, y que les servía de purgante. Allí pasaban un día. Al siguiente los bañaban cuidadosamente para no lastimarlos, los secaban y los metían en la olla llena de agua fría, hierbas de olor y especias, vinagre y sal.

Cuando el agua se iba calentando empezaban a chillar, a chillar, a chillar. Chillaban a veces como niños recién nacidos, como ratones aplastados, como murciélagos, como gatos estrangulados, como mujeres histéricas.

Aquella vez, la última que estuve en mi casa, el banquete fue largo y paladeado.

Anota en tu cuaderno las palabras que no conoces.

  • ¿Te acordabas del cuento?, ¿Qué te pareció?
  • ¿Tienes claro sobre qué trató el texto?

El texto comienza cuando el narrador, oye la lluvia, lo cual le hace evocar los chillidos y las miradas de unos seres, que se solían comer en casa de su familia con gran gusto; de hecho, ese era el platillo que le ofrecían a sus visitantes distinguidos.

El cuento describe el sufrimiento del narrador causado por el hecho de que los integrantes de su familia se comían a estos seres y, además, los preparaban con crueldad, pues, entre otras cosas, los hervían vivos. El final puede parecer un poco extraño, ya que la información proporcionada por el narrador es insuficiente para saber con certeza qué ocurrió.

Responde las siguientes preguntas apoyándote del texto.

  • ¿Quién y cómo es el protagonista?

Recuerda que sobre el protagonista se sabe muy poco. Entre las cosas que sabemos es que es el narrador, pues es quien describe la historia que vivió, y lo narra desde su propia perspectiva y subjetividad. Sabemos que es el único miembro de su familia que se opone a esa costumbre gastronómica, que no se siente bien, y que vive un poco a contracorriente, además de eso, se tiene poca información concreta sobre él. Unos de los pocos datos es que se trata de un personaje masculino.

  • ¿Quién y cómo es el antagonista?

El antagonista es más claro: se trata de su familia y de las personas que acostumbran a cocinar y comerse a esos seres indeterminados que: “Nacían en tiempos de lluvia, en las huertas. Escondidos entre las hojas, adheridos a los tallos, o entre la hierba húmeda”.

  • ¿Cuál es el conflicto principal del cuento?

El principal es que, “no había misericordia en aquella casa. Nadie se conmovía ante aquella crueldad. Sus ojos y sus gritos me seguían, y me siguen aún, a todas partes”. Este hecho le provoca gran sufrimiento al narrador y ese es el centro de su discurso.

  • ¿Cuál es el desenlace?

El cuento concluye con una frase ambigua, muy sugerente, que permite múltiples interpretaciones y que le da mayor fuerza y efectividad a la narración: “Aquella vez, la última que estuve en mi casa, el banquete fue largo y paladeado”.

Presta mucha atención a las siguientes frases:

  • “Cuando oigo la lluvia golpear en las ventanas vuelvo a escuchar sus gritos”.
  • “[…] el cuarto del desván los oía chillar”.
  • “Su agonía se prolongaba interminablemente. Yo pasaba todo este tiempo encerrado”.
  • “Aquellos gritos desgarradores no la conmovían, seguían atizando el fogón, soplando las brasas como si nada pasara. Desde mi cuarto los oía chillar”.
  • “Nacían en tiempos de lluvia, en las huertas. Escondidos entre las hojas, adheridos a los tallos, o entre la hierba húmeda”.
  • “[…] no había misericordia en aquella casa. Nadie se conmovía ante aquella crueldad. Sus ojos y sus gritos me seguían, y me siguen aún, a todas partes”.
  • “Aquella vez, la última que estuve en mi casa, el banquete fue largo y paladeado”.

Resulta difícil pensar que el protagonista, después del sufrimiento que le provocaba la preparación y la ingestión del platillo, haga referencia a que él lo comió y lo disfrutó.

¿Entonces qué fue lo que paladeó largamente?, ¿A su familia, a quienes considerada crueles?, ¿Actuó como una especie de vengador de los indefensos seres?

Posibles conclusiones:

  • El problema del protagonista surge cuando reconoce su pertenencia a su medio social, a su familia, y, por consiguiente, a su cultura, y no puede o no quiere identificarse con ella.
  • La tensión y la ruptura entre el protagonista y su medio social, que es su familia, surge a partir de que el primero hace conciencia de que una práctica cultural de suma importancia en su entorno es, para él, una expresión de crueldad y de sufrimiento, lo cual fortalece las incógnitas del final y la posibilidad de que los haya vengado.

También puedes plantear tus propias preguntas.

La variedad de cuestionamientos que puedes realizar es muy diversa. El objetivo es que interrogues libremente al texto, y no que sólo lo cuestiones para entender lo que dicen las palabras, sino también lo que callan.

Las estrategias del día de hoy te servirán para ampliar tu comprensión de cualquier clase de texto.

No existen interpretaciones únicas, pero, todas deben basarse en el texto.

Si en tu casa hay libros relacionados con el tema, consúltalos, así podrás saber más. Si no cuentas con estos materiales no te preocupes. En cualquier caso, platica con tu familia sobre lo que aprendiste, seguro les parecerá interesante.

¡Buen trabajo!

Gracias por tu esfuerzo.

Para saber más:

Lecturas

https://libros.conaliteg.gob.mx/20/P6ESA.htm

Descarga la ficha dando clic aquí