Leamos vidas propias

 

Leamos vidas propias

Aprendizaje esperado: sistematiza los pasajes más relevantes de su vida para elaborar una autobiografía.

Énfasis: leer autobiografías.

¿Qué vamos a aprender?

La lectura de este tipo de textos no sólo resulta muy útil para acercarse a otros textos de género narrativo, sino que resulta interesante, pues ¿a quién no le gusta saber un poco más sobre la vida de las personas? Sobre todo, si se trata de una persona que se admira o cuyo trabajo se reconoce en México o el mundo.

La lectura cuidadosa y el análisis de textos autobiográficos hará que te familiarices con el género y seas capaz de construir tus propias autobiografías.

En esta ocasión realizarás un círculo de lectura, por lo que sólo necesitarás estar cómodo y estar dispuestas y dispuestos a conocer a autores tan distintos como Jaime Sabines, Gabriela Mistral y Juan José Arreola. Puedes tener a la mano tu cuaderno y tu lápiz, por si quieres tomar apuntes.

Seguramente en tu vida escolar has leído algún cuento de Arreola o un poema de Jaime Sabines, o has escuchado alguna canción o ronda infantil cuya letra corresponde a un poema de Gabriela Mistral.

Pon atención en el estilo, es decir, la manera en la que cada autor cuenta su vida, porque cada uno tiene un estilo muy diferente, a pesar de que las cosas que los seres humanos pueden contar sobre sus vidas son muy parecidas.

La lectura es una actividad ideal para practicar en soledad, pero también es una forma de compartir con alguien un momento interesante.

¿Qué hacemos?

Lee la siguiente autobiografía de Gabriela Mistral; ella fue una poeta preocupada por la educación y la formación de los niños de su país, lo cual se ve reflejado en su obra escrita y, también en su autobiografía.

Autobiografía

Nací en la república de Chile el 7 de abril de 1889. Fueron mis padres don Jerónimo Godoy Villanueva y doña Petronila de Godoy.

Me crie en una región de montaña y de naturaleza casi tropical. Mis primeras letras las recibí de mi hermana, que era maestra. Quise ingresar en una escuela normal, pero no se me permitió entrar. Comencé como secretaria de una escuela, pero la directora me eliminó del empleo de secretaria por mis tendencias democráticas.

De la Secretaría de esta escuela me mandaron a la dirección de una escuela rural, donde enseñé dos años. Ese fue el periodo que considero que me formó espiritualmente en el amor de la tierra y del pueblo campesino. En ese tiempo adopté mi seudónimo, que es el nombre con el que firmo mis libros (mi nombre es Lucila de María Godoy). De esa escuela rural pasé a la enseñanza secundaria, en la cual trabajé dieciséis años. Mi falta de título profesional originó una campaña en mi contra, pero los escritores más representativos de mi país salieron en mi defensa.

Yo escribía poesía y era mi intención no publicar mis versos en un volumen (dudo mucho de su valor), pero en el tiempo en que recibía ataques de mis compañeros de profesión, vino una afectuosa y noble nota de los profesores de Español de Estados Unidos, en la cual me agradecían las poesías que había escrito y reconocían mi labor en la enseñanza. Esta fue la razón sentimental por la que me decidí a aceptar la invitación de España a publicar un volumen de poesía con el nombre de Desolación.

En México, el secretario de Educación don José Vasconcelos me invitó a venir a inaugurar la escuela que en este país lleva mi nombre literario, Gabriela Mistral. México me ha dado las consideraciones más honrosas que he recibido en la vida.

Gabriela Mistral

Es común que los escritores utilicen un seudónimo para firmar o publicar sus obras y no su nombre real, como en este caso, “Gabriela Mistral” es el seudónimo de “Lucila de María Godoy Alcayaga”.

Existen varias razones por las que un autor decide utilizar un seudónimo, puede ser porque siente cierta inseguridad al publicar sus primeras obras; pero uno de los motivos principales es que la literatura como profesión ha sido menospreciada a lo largo de la historia, y eso ha llevado a muchos escritores a ocultarse detrás de un seudónimo. También ha habido autores masculinos que han utilizado seudónimos femeninos por considerar que el género literario al que se dedican es más afín a escritoras mujeres, como la novela romántica. Este es el caso de Yasmina Khadra y Jessica Stirling, seudónimos femeninos de los escritores Mohammed Moulessehoul y Hugh C. Rae.

Gabriela Mistral no firmó sus obras con su propio nombre, pues en el fragmento de su autobiografía que acabas de leer menciona que ella no tenía intención de publicar sus obras en un libro porque consideraba que su poesía no era de gran valor y, sin embargo, también por lo que ella misma cuenta, tuvieron tanto éxito que pudo viajar a países como México y Estados Unidos.

A ella le gustaba mucho ser docente y escribir poesía, y logró combinar sus dos pasiones, ya que sus obras se siguen leyendo en las escuelas, e incluso se han musicalizado para que los niños de hoy en día también las conozcan.

Continúa con la autobiografía de Juan José Arreola.

Memoria y olvido

Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace cien años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía decimos Zapotlán […].

Nací en el año de 1918, en el estrago de la gripa española, día de San Mateo Evangelista y Santa Ifigenia Virgen, entre pollos, puercos, chivos, guajolotes, vacas, burros y caballos. Di los primeros pasos seguido precisamente por un borrego negro que se salió del corral. Tal es el antecedente de la angustia duradera que da color a mi vida […].

Como casi todos los niños, yo también fui a la escuela. No pude seguir en ella por razones que sí vienen al caso, pero que no puedo contar: mi infancia transcurrió en medio del caos provinciano de la Revolución cristera […]. Mi padre, un hombre que siempre sabe hallarle salida a los callejones que no la tienen, en vez de enviarme a un seminario clandestino o a una escuela de gobierno, me puso sencillamente a trabajar. Y así, a los doce años de edad entré como aprendiz al taller de don José María Silva, maestro encuadernador, y luego a la imprenta del Chepo Gutiérrez […].

Desde 1930 hasta la fecha he desempeñado más de veinte oficios y empleos diferentes… He sido vendedor ambulante y periodista; mozo de cuerdas y cobrador de banco. Impresor, comediante y panadero. Lo que ustedes quieran.

Sería injusto si no mencionara aquí al hombre que me cambió la vida. Louis Jouvet, a quien conocí a su paso por Guadalajara, me llevó a París hace veinticinco años. Ese viaje es un sueño que en vano trataría de revivir, pisé las tablas de la Comedia Francesa […].

A mi vuelta a Francia, el Fondo de Cultura Económica me acogió en su departamento técnico, gracias a los buenos oficios de Antonio Alatorre, que me hizo pasar por filólogo y gramático. Después de tres años de corregir pruebas de imprenta, traducciones y originales, pasé a figurar en el catálogo de autores con Varia invención, que apareció en Tezontle, en 1949.

Juan José Arreola

¿Qué puedes comentar sobre esta autobiografía en comparación con la de Gabriela Mistral?

Ambas son muy parecidas porque comienzan hablando de su nacimiento, de la región en la que nacieron y mencionan quiénes son sus padres. Después hablan de su infancia a través de una o varias anécdotas. Y luego empiezan a contar detalles sobre diversas situaciones que los convirtieron en escritores, como el trabajo de Gabriela Mistral en una escuela y los diversos personajes que ayudaron a Arreola a elegir la escritura como profesión.

También, la autobiografía de Gabriela Mistral no tiene un título; mientras que Juan José Arreola titula su autobiografía “Memoria y olvido”.

Algunos autores les ponen un título a sus textos autobiográficos diferente del de “autobiografía”.

Llama la atención la diferencia en los estilos de escritura de cada autor. En el caso de Gabriela Mistral, su estilo es más directo, es decir, cuenta las vivencias que ella identifica como clave para su surgimiento como poeta, pero no las describe.

Salvo la anécdota como secretaria de la escuela, donde dice que la directora la “eliminó del puesto por sus tendencias democráticas”. En esta frase sí expresa un sentimiento de injusticia, al utilizar la palabra “eliminó” en lugar de “despidió” o “quitó”.

Y, por otro lado, Arreola hace toda una descripción de su pueblo, de su infancia, incluso menciona parte de su contexto histórico al decir que no pudo ir a la escuela porque cuando él era niño se estaba llevando a cabo la Revolución cristera en nuestro país.

De hecho, cuando menciona algunos de los oficios que desempeñó, utiliza el recurso estilístico que lo caracterizó y por el cual ocupa un lugar importante en la literatura, se refiere a la ironía. Como cuando dice que fue “vendedor ambulante y periodista; mozo de cuerdas y cobrador de banco”, y remata diciendo: “Lo que ustedes quieran.”

Continúa la lectura de un fragmento de la autobiografía de Jaime Sabines, titulada “Morir y renacer día a día”. Este fragmento proviene de un testimonio que brindó el escritor a una periodista cuando él tenía 70 años de edad y que fue recuperado como material de lectura para estudiantes de tercer grado por el maestro René Nájera Corvera en 2020.

Morir y renacer día a día

En 1915, en Tuxtla Gutiérrez Chiapas, Julio Sabines y Luz Gutiérrez se casaron. Tuvieron tres hijos: Juan (1920), Jorge (1923) y yo, Jaime. Mi madre fue bella en su juventud, tuvo hijos bellos. Y mi padre era un tipazo. La imagen de mis padres siempre ha sido fundamental en mi vida.

De doña Luz heredé el orgullo de ser humano, […]. Era un ama de casa con ideas liberales. […] Sabía para qué servían las cosas y extraía de ellas el máximo provecho. […]

Del mayor Sabines aprendí lo que era la fortaleza y la sensibilidad. Era duro como un revolucionario y a la vez tierno como un niño. […] brusco, entregado al trabajo y sin embargo infundió en mí el gusto por la literatura. […] se sabía de memoria Las mil y una noches, libro que mi abuela solía leerle de niño. Así él continuó la tradición con nosotros. El viejo era muy hábil, al leernos siempre procuraba dejarnos en suspenso. A las ocho y media de la noche decía: “Ya es hora de cenar y dormirse. Mañana seguimos”. El mayor Sabines […]. Nació por mero accidente en una población tabasqueña, pero se crio en Líbano.

La mía fue una familia muy unida. Vivíamos en una casa con un pequeño jardín […] Mi hermano Jorge solía decir que yo, por ser el más pequeño, era el consentido de mi madre, el chunco, el privilegiado de su amor. […]

Siempre mis hermanos y yo fuimos así como los tres mosqueteros. […] Mi infancia fue feliz, tranquila, en contacto siempre con las cosas de la naturaleza. […] Siempre he pensado que en mi infancia y mi juventud en Chiapas me influyó ese ambiente de libertad y de naturaleza maravillosas que hay en mi estado donde sobra la luz […], aunque en mi poesía yo nunca he hablado de Chiapas.

En mi infancia se me presentó una facultad que me conduciría al destino de mi vida: era muy buen declamador. Recitaba mucho. […] mi madre me llamaba para que declamara alguna cosa o me llevaba a las tertulias con sus comadres […]

En la secundaria me tenían como declamador oficial […] Nunca podía estar a gusto en un baile con mi noviecita, porque siempre aparecía la maldita ocurrencia: “¡Que declame Sabines!”, y me amargaban la fiesta. […]

Entonces, cuando crecí, empecé a odiar la fama de declamador. Años después, cuando tomé la poesía en serio, dije: “¡Al diablo con la declamación! No voy a hacer poemas declamables”. Creo que la vida me castigó, odié tanto la memoria que ahora no tengo nada y no me acuerdo ni de lo que hice hoy por la mañana. […]

En 1945 al terminar la preparatoria, me fui a la ciudad de México para estudiar Medicina. Pensé que sería fácil ser médico, tenía un concepto muy romántico de la medicina, quería descubrir medicamentos. […], me topé con otra realidad. […] Desde el primer día supe que no iba a ser médico. Fue el fracaso total, en ese momento la mayor tragedia de mi vida. […]

En ese tiempo me puse a escribir y a leer desesperadamente. Creo que ahí empecé a hacerme poeta de verdad […]

Seguramente puedes sentirte identificado en esa parte del texto con Jaime Sabines, pues estás en el momento de tu vida en el que tienes que elegir una profesión y quizá tengas miedo de que te pueda suceder algo así.

De este texto llama la atención que no comenzara con su nacimiento, sino cuenta desde el matrimonio de sus padres. Sabines fue todavía más descriptivo y reflexivo que Arreola, pues detalla cómo era el comportamiento de sus padres y cómo esas actitudes influyeron en él como persona y como poeta.

Es interesante cómo transformó su experiencia trágica con la medicina, y todas las emociones que tuvo en torno a ella, en motivación para comenzar a escribir poesía.

Los textos autobiográficos generalmente ocupan varias cuartillas. Existen autores que escriben textos autobiográficos a manera de ficción, es decir, como si hablaran de un personaje. También pueden atribuir datos de su propia vida a sus relatos, ya sean cuentos, novelas, cartas o poemas.

Tal es el caso de Virginia Woolf a lo largo de todas sus obras literarias; sor Juana Inés de la Cruz, en su Respuesta a sor Filotea de la Cruz, o Alfonsina Storni, en el poema que dedica a Horacio Quiroga. Recuerda que los autores utilizan recursos literarios para evocar emociones en el lector y provocar que el lector se identifique con ellos o se conmueva.

Esto no significa que la información sobre su vida sea falsa o inventada, sino que la manera en la que la presentan se parece un poco a la forma en la que narran un cuento, por lo que, como lectores, debes leer con atención para entender lo que quiere decir el autor.

Para continuar con la lectura de autobiografías, se te sugiere leer la Respuesta a sor Filotea de la Cruz, de sor Juana Inés de la Cruz, donde la poeta relata cómo llegó a la poesía y defiende su derecho a leer y escribir.

Otra recomendación es la autobiografía de una joven de nuestros días, Malala Yousafzai, joven pakistaní a quien tal vez hayas oído nombrar por su defensa de la educación de las mujeres de su país:

Soy de un país que nació a medianoche. Cuando estuve a punto de morir era poco después de mediodía.

Hace un año salí de casa para ir a la escuela y no regresé. Me dispararon una bala talibán y me sacaron inconsciente de Pakistán. Algunas personas dicen que nunca regresaré a casa, pero en mi corazón estoy convencida de que volveré.

Ser arrancado del país que amas es algo que no deseo a nadie. Ahora, cada mañana, cuando abro los ojos, añoro mi vieja habitación con todas mis cosas, la ropa por el suelo, y los premios escolares en los estantes.

Sin embargo, me encuentro en un país que está cinco horas por detrás de mi querida tierra natal, Pakistán, y de mi hogar en el valle de Swat. Pero mi país está a siglos de distancia por detrás de éste. Aquí hay todas las comodidades imaginables.

De todos los grifos sale agua corriente, fría o caliente, como prefieras; luz con sólo pulsar un interruptor, día y noche, […]. Cierro los ojos y por un momento regreso a mi valle —altas montañas coronadas de nieve, campos verdes y ondulantes, y ríos de fresca agua azul— y mi corazón sonríe cuando recuerda la gente de Swat.

Con la mente vuelvo a la escuela y me reúno con mis amigas y mis maestros. Vuelvo a estar con mi mejor amiga, Moniba, y nos sentamos juntas, hablando y bromeando como si nunca me hubiera marchado. Entonces recuerdo, estoy en Birmingham, Inglaterra.

El reto de hoy:

Si te quedaste intrigado, busca la autobiografía de Malala y continua la lectura.

También puedes consultar en tu libro de texto más información sobre este tipo de textos localizando el aprendizaje esperado.

¡Buen trabajo!

Gracias por tu esfuerzo.

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